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“No tocar, por favor.” Esta orden judicial para el espectador, crea una distancia entre él y la obra observada. Escrito o señalado por una línea en el suelo, genera una barrera protectora entre la obra y el espectador. Esta restricción hace del objeto algo que no pertenece al mundo del que mira y así no puede totalmente apropiarse de él.

La arquitectura puede ser considerada como un arte total, convocando a todos los sentidos, en la idea de que es el único arte que podemos tocar. Así podemos preguntarnos, ¿Cómo es el sentido del tacto el mediador de sensaciones fuertes en la arquitectura? ¿Cuál es el papel del cuerpo en la arquitectura y la forma en que el material es el soporte de las emociones?

La visión induce percepciones y reacciones que surgen de nuestras experiencias personales, pero al punto de vista sigue siendo focal, distante. Se trata de una confrontación al espacio, pero sin penetrarlo. Sin embargo, el tacto, viene a confirmar las intuiciones de la vista. El contacto rompe la distancia entre la obra y el espectador. Entramos en un espacio que nos envuelve. La audiencia comprenderá el espacio y la escala gracias a los ecos y va a permitirse apreciar el espacio de forma inconsciente, el olfato identificara las fragancias en lo profundo de nuestra memoria, a la manera de una “madelaine de Marcel Proust”.

Todos los sentidos son la extensión de sentido del tacto, nos permiten entablar un contacto con el mundo que se refiere a la memoria, la imaginación y la integración. La arquitectura proyecta los significantes que permiten al hombre darse cuenta del mundo que le rodea y situarse en el tiempo y el espacio.

El tacto es usado para evaluar el peso, la forma, la textura, la temperatura y la densidad de un material. Está conectado al tiempo, a las tradiciones, etc. Es importante que sea mediador entre la arquitectura y su entorno.

Hay que deslizarse entre los pliegues de una escultura de Richard Serra y tocar con la mano estas toneladas de acero corten para saber que la sensualidad existe en abundancia. La “sensualidad moderna” es una forma de sensualidad que se ha desarrollado y enriquecido- o ha amplificado- uno de los sentidos profundamente humanos; la imaginación. La sensualidad de la arquitectura llama a un sexto sentido, el de la emoción imaginaria.

Hoy en día, la comodidad está relacionada con una híper-tecnicidad y una híper-funcionalidad más allá del hombre. Los arquitectos quieren ir mas allá de lo real. Deformamos la arquitectura con una virtualidad que trae consigo una pérdida de la identidad. Tendemos hacia una neutralidad de la arquitectura que pierde todo su sentido. La vista tiene prioridad sobre los demás sentidos. Tenemos entonces una pérdida de la plasticidad, un ambiente separado de la realidad de la materia y su forma de aplicación. Tendemos hacia una perfección sin edad, una ingravidez y una inmaterialidad. Perdemos así la orientación en el entorno espacial temporal, pero el hombre necesita esta orientación para desplazarse en el espacio. El material juega un papel vital en la identificación, que gracias a la memoria y la experiencia nos confronta con la naturaleza que nos rodea. El cuerpo entra en interacción con la arquitectura.

Denunciando la ornamentación como un crimen, Adolf Loos quería dar a la arquitectura moderna una postura exclusivamente espiritual, alejar de toda tentación de confundirse con un simple decorado, todo es apariencia, vacío de profundidad y sentido. Lo que buscaba Adolf Loos era dar de nuevo a la arquitectura una dimensión fundamental. El accesorio debía desaparecer e favor de la única verdad espacial que entrega la emoción.

Una arquitectura táctil, tiene una dimensión sencilla y emocional que llama a los sentidos y que se expresa en diferentes texturas. La experiencia que nos toca es la de una arquitectura multi-sensorial. Ella, solicita la interfaz entre la interioridad de un cuerpo y la exterioridad del mundo.

Cuando sentimos una emoción fuerte, tendemos a cierra los ojos, abstraerse de la visión para tener una visión periférica e inconsciente. Así podemos apreciar un olor, una música, el tacto de un objeto que relacionamos a un souvenir visual.

El entorno, la elección del material, guían la aproximación de la arquitectura con la influencia del medio familiar, la formación y las pasiones del hombre. Entran así en juego la experiencia personal y la experiencia colectiva que forman parte de nuestra cultura.

Una luz demasiado deslumbrante viene a paralizar la vista y la percepción de las cosas, al contrario, las sombras dan forma y vida a los objetos en la luz. La elección del material vendrá a tratar los contrastes por su forma y su textura.

 

El escultor Constantin Brancusi, aborda este trabajo por medio de la escultura. Esculpe una forma idéntica en diferentes materiales a fin de mostrar que el impacto de la luz varia. La luz se deslía, se estampa, se refleja según los materiales utilizados.

 

Los sentidos relacionados a los souvenires serán vectores de identificación. Así, la utilización de diferentes texturas, permiten identificar la naturaleza de un lugar en su espacio y su función.

Identificamos el mosaico de una piscina, la piedra fría de una iglesia, la madera de un chalet.

La sensualidad supone una relación íntima al hombre. Aparte de los cincos sentidos tradicionales, los elementos susceptibles de entablar esta relación son los sentidos, la escala, la historia, la materia. Los fundamentos de una arquitectura sensual residen así en la duda, la singularidad, la poesía.

Podemos entender la cuidad sensual como una cuidad libre, femenina en sus curvas, inesperada, contaminada, perfumada, regocijante, voluptuosa. La cuidad racional es masculina cuando la sensualidad desborda de feminidad.

“No es el ángulo que me atrae, no la línea derecha, dura, inflexible. Lo que me atrae es la curva sensual, que se encuentra en el cuerpo de una mujer.” Oscar Niemeyer

Peter Zumthor demuestra en su obra la importancia de transmitir el sentido humano del proyecto a través de los materiales utilizados. En las termas de Vals, cada material entra en relación con la acción del cuerpo e induce una cierta sensualidad.

La arquitectura induce una identificación corporal. Entendemos la acción de construir por los sentidos y medimos el mundo con nuestro cuerpo.

La utilización de materiales naturales indica una edad, una historia, orígenes. Es una experiencia enriquecedora de tiempo y de culturas. El hombre necesita sentía la noción de tiempo y la arquitectura debe facilitar esta experiencia.

Alvar Aalto muestra la importancia de la materialidad y de la forma negociando una ubicación sutil del proyecto sobre el sitio. Arquitectos como Alvar Aalto, Franck Lloyd Wright, Luis Barragán, han tratado en su trabajo la relación del cuerpo al espacio con la materialidad, induciendo reacciones instintivas. La arquitectura se expresa, así como metafórica existencial y encarnada de lo vivido, viene a reconciliar nuestros cuerpos con el mundo gracias a su integridad.

 

La percepción de las cosas se hace gracias a los contrastes. El hombre ha creado el contraste oponiendo lo natural a lo artificial. Así, la acción del hombre a través de la creación de un espacio viene en contraste con la naturaleza y viene a revelar su esencia, la esencia del mundo.

La arquitectura, ciencia controlada, apacigua. La emoción surge cuando cruzamos una arquitectura y hacemos cuerpo con ella. Ella llega a este mismo contraste que percibimos. Ella sale de una cultura individual y colectiva que comunica con el espectador. La arquitectura debe ser equilibrada entre el mundo artificial y el mundo natural, que contiene una parte de misterio. El jardín entre los dos llega a una armonía y provoca la emoción.

El pintor Francis Bacon dice que “la naturaleza y el hombre no deben darse la mano, deben abrazarse”. El cuerpo del ser humano se desarrolló para ser más sensible, perdimos nuestra vellosidad para tener una sensibilidad táctil mucho más desarrollada, para aumentar nuestra zona erógena. La arquitectura debe ser sensual y seguir nuestra lógica de evolución. La arquitectura, táctil, gracias a su sensibilidad, adquiere, una dimensión espiritual.

 

 

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