Los museos se convierten en una heterotopía, término definido por Michel Foucault como un espacio fuera de todo, que puede estar en cualquier parte del mundo. Movimientos arquitecturales que venden una imagen fuera de un contexto urbano.
Ante este contexto, los curadores del museo Diocesano desearon que el futuro museo que presente su colección sea un edificio en contra de estos movimientos .
Querían desarrollar un lugar donde la relación individual con la obra de arte se pondría en primer plano a través de la arquitectura y la escenografía. Un museo donde las exposiciones girarían en torno a su colección permanente que sería analizada y presentada en muchas facetas. Esta memoria intenta analizar el Museo Kolumba, presentado como una nueva forma de hacer los museos. ¿Cómo la arquitectura de Kolumba, concebida como un museo de reflexión por sus fundadores, mejora la identidad del lugar a través de viajes compuestos por atmósferas vivas, constantemente renovadas?
El museo fue construido por Peter Zumthor entre 1997 y 2007 en la ciudad de Colonia. Tomando en cuenta el contexto urbano, la memoria explica al principio cómo la historia silenciosa y olvidada del lugar entra en diálogo con el discurso del arquitecto.
Como resultado, en esta investigación, el museo se analiza en forma de un camino sensible, para entrar en este universo, diseccionarlo, tratar de comprender cómo el arquitecto respondió al proyecto y si esta respuesta es viable para un museo. El sitio de Kolumba es un lugar que representa el trauma, sus ruinas evocan la Segunda Guerra Mundial, pero sobre todo es un lugar de memoria al cual es importante dar una identidad. Compuesto de un conjunto de múltiples espacios, Kolumba se compone de espacios multiusos conectados por un recorrido que se ensancha o se estrecha, marcado como sequencia por cuadros sobre la cuidad, formando un microcosmos muy rico.
Mediante marcos seductores, el visitante es llevado de un lugar a otro. Es la recurrencia de estos cebos y la pureza de la escenografía lo que le permite ser guiado para enfocarse en las obras expuestas. Zumthor no provoca emoción, la sugiere, la deja emerger. Es el silencio del proyecto el que hace su fuera. El conjunto se trata con delicadez a y, sin forzar al visitante, lo lleva a la reflexión. El espacio gira en torno a un recorrido atípico y complejo que ofrece una multitud de posibilidades. Cada detalle sirve y todos los esfuerzos se ocultan para centrarse en lo que el arquitecto nos da a ver.
Peter Zumthor genera así un espacio tranquilo y contemplativo, en una fortaleza de volúmenes ligeros que mezclan lo moderno y lo viejo, lo secular y lo religioso.
La historia del lugar es muy fuerte y el museo se ofrece como un área de descanso en el caos de una ciudad inundada de letreros. Haciendonos entrar en una perspectiva atemporal.
El arte cristiano se trata en relación con su relevancia artística. Este sitio cargado de historia valora la colección y su historia. Desarrollado con gran precisión, el edificio es tranquilo y autosuficiente, pero no desaparece completamente porque es el soporte del arte.
El contexto y la noción de temporalidad tan fuertes dan vida a las obras y a los discursos que se crean entre ellos.
El museo de Kolumba está pensado para ser un retorno a los fundamentos de la luz; haciendo uso de los umbrales y del recorrido para crear un intercambio real entre la obra y el visitante, el cuál será sutilmente guiado, quién sin salir del sitio, viaja por un universo peculiar de la historia silenciosa del lugar, entrando también en diálogo con la ciudad.
Kolumba no debe tomarse como un ejemplo, sino como una solución muy específica para un lugar, una historia y una colección.